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*Soy hombre, mañana mujer, pasado puedo ser un panda o quizá un delfín
Columna
PARA DEBATIR
Un mal día Gregorio Samsa abrió los ojos y se notó extraño…
No era más un hombre sino un escarabajo.
Gregorio, el personaje principal de “La Metamorfosis”, obra cumbre de Franz Kafka, no tuvo elección…simplemente en escarabajo se convirtió.
Es otoño de 2018 y me surge una duda…
¿Cambiar de especie, de género o número es un tema de elección?
La respuesta es no.
Claro que cualquier persona puede cambiar de ideología.
Cualquier persona también tiene la posibilidad de modificar el color de su cabello, la tonalidad de la piel, el grosor de sus labios, su aroma, su forma de caminar, la intensidad de la voz, sin embargo, lo que nadie puede hacer (entendiendo que el término poder se refiere a posibilidad mas no al deber o al “tienes que” de una regla) es cambiar cosas constitutivas, aquellas que te hacen ser lo que eres.
Finaliza el año y uno de los temas de actualidad a nivel mundial tiene que ver con Ángela Ponce, una persona transgénero, misma que representará a España en el famoso certamen Miss Universo.
El presente texto no es para todos.
Solamente es para quien tenga apertura de ideas y, sobre todo, para quien sepa distinguir entre una crítica constructiva y un ataque frontal, el cual, sobra decirlo, no encontrará en estas líneas.
Comencemos…
Miss, de forma simple, significa señorita.
Y a menos de que el significado de miss se modifique, la palabra señorita, aunque resulte una obviedad, hace referencia a una mujer.
Y una mujer, evidentemente, no es una persona transgénero.
Una persona transgénero es aquella que por elección decidió, léalo bien, cambiar la apariencia de su órgano sexual, mas no propiamente el órgano sexual.
Y, a decir verdad, si una persona, cualquiera que sea, decide porque así lo quiere y siente cambiar las características de sus órganos sexuales, es algo que debe mantenerse totalmente fuera de crítica porque los gustos y las elecciones respecto al cuerpo propio son particulares y, por ende, tienen que ser eximidas de calificativos agresivos e intolerantes.
Pero una cosa es esto y otra muy diferente aceptar la idea de que, como dice Ángela Ponce: “Hay mujeres con pene y hombres con vagina. La única clave para ser mujer es sentirte mujer”.
No, por supuesto que no, Ángela.
Sentirte mujer no te hace mujer.
Una cosa es sentirte y otra ser.
Y tú, veladamente intolerante a tu condición de hombre, no puedes (insisto, poder de posibilidad mas no de deber) convertirte mujer.
El género, al igual que el número, no es una convención.
Yo soy uno y mañana no puedo ser dos o tres.
Soy en singular y como no es imposible que mañana o pasado me convierta en plural, imposible es que seas mujer.
El año que viene o la década siguiente puedo despertar un día y sentirme como un panda o como un mapache, pero, aunque anhele con vehemencia convertirme en un marsupial, no podré hacerlo.
Claro que puedo parecer, pero jamás ser.
No es tema de discusión la elección de una persona por cambiar su aspecto.
El tema de discusión, el que genera polémica, es precisamente el de asegurar que sentirse es sinónimo de ser.
Sin embargo, lo que posiblemente es de llamar más la atención es el hecho de que se considere que quien cambia su apariencia física, cambia para bien la mentalidad de la sociedad.
Nada más falso.
“Si mi paso por aquí contribuye para que el mundo avance un pequeño escaloncito, para mí es una corona personal que va a venir conmigo siempre”, dijo Ángela Ponce.
Respondo:
¿Contribuye a qué?
¿Cuál avance?
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